DESCUBRIR EL VINO

El vino tiene una larga historia y cada botella puede tener la suya, lo que contribuye muchísimo a la fascinación que ejerce esta bebida. El vino es una de las primeras creaciones de la humanidad y ha ocupado una plaza privilegiada en numerosas civilizaciones.

Por otra parte, representa toda una serie de descubrimientos relacionados con las primeras reacciones químicas efectuadas por el hombre: la fermentación y la oxidación. Las grandes civilizaciones de la Grecia y de la Roma antiguas situaban el origen del vino en la prehistoria y rodeaban su nacimiento de leyendas. El antiguo Egipto nos ha dejado listas de vinos: los egipcios mencionaban incluso la añada, el viñedo y el nombre del vinificador en sus jarras: fueron las primeras etiquetas. Incluso se habla de en términos poéticos de un viñedo mágico formado con piedras preciosas.

Gracias a los azúcares concentrados en los granos y a la abundancia de su jugo, la uva es el único fruto con una tendencia natural a fermentar. De este modo, cuando su uva está madura, su jugo entra en contacto con las levaduras, presentes naturalmente en la piel de las bayas. Si el jugo se encuentra en un recipiente, el vino se hará solo.

Imaginarse a un hombre de la Edad de Piedra depositando unos racimos maduros en algún tipo de recipiente (bol de madera, pote de arcilla u odre de piel), y dejándolos fermentar.

Los egipcios, los sumerios y los romanos daban un nombre a sus viñedos y discutían para establecer cuáles eran los mejores vinos.

El vino estaba estrechamente relacionado con el estilo de vida mediterráneo. Al norte de los Alpes, las actividades sedentarias, como el cultivo de la vid , estaban en peligro frente a las oleadas de terribles invasores. Solamente, la Iglesia que necesitaba vino y era capaz de garantizar una continuidad de consumo, permitió la supervivencia de la viticultura.

En la Edad Media, los cirtercienses de Borgoña, fueron los primeros en estudiar el suelo de la Cote d´Or, en trasnformar los viñedos seleccionando las mejores plantas, en experimentar con la poda y en elegir las parcelas no expuestas a las heladas, que eran las que daban las uvas más maduras.

Rodearon sus mejores viñedos con muros: los clos que sobreviven, son una prueba de perspicacia de estos monjes viticultores. Los monjes desempeñaron un papel fundamental en el comercio de vinos durante la Edad Media. Por los mares occidentales surcados de piratas, los navíos mercantes zarpaban discretamente de Burdeos o de la desembocadura del Rin rumbo a Gran Bretaña, Irlanda o más al norte todavía. Cualquier jefe bárbaro regaba sus fiestas con vino y el ermitaño más aislado, siempre lo necesitaba para la comunión.

Con esta resurrección el negocio aparecieron las gradnes flotas del vino, centenares de barco iban hasta Londres o los puertos de la Hansa. Los ríos también se convirtieron en importantes rutas comerciales: las barricas repletas de vino eran pesadas y difíciles de mover, por lo que el transporte en barco resultaba el más indicado.

Para el hombre medieval, el vino o la cerveza no eran un lujo, eran una necesidad. Las ciudades ofrecían un agua impura y con frecuencia peligrosa. Al desempeñar un papel antiséptivo, el vino fue un elemento importante de la rudimentaria medicina de la época. Se mezclaba con el aguapara hacerla bebible, y pocas veces se tomaba agua pura en las ciudades.

Grandes cantidades de vino circulaban en aquella época. En el siglo XIV las exportaciones de Burdeos hacia Inglaterra eran tan importantes que su media anual no fue superada hasta 1979. El rey Eduardo II de Inglaterra encargó el equivalente de más de un millón de botellas con ocasión de su boda con Isabel de Francia, en 1308. Bajo el reinado de Isabel I, casi tres siglos después, los ingleses bebían más de cuarenta millones de botellas de vino por año para una población de poco más de seis millones de habitantes.

La demanda de vinos de consumo diario ocupó a los viticultores y bodegueros durante muchos siglos. Pero hacia finales del siglo XVII apareció en el mercado una nueva exigencia: se pedían vinos que procuraran una experiencia estética. Los romanos de la antigüedad ya habían buscado las mejores añadas del imperio, del mismo modo que los reyes y los abades de la Edad Media exigían también lo mejor. Pero la novedad, en Francia e Inglaterra, fue la emergencia de una nueva clase social con dinero y buen gusto que estaba dispuesta a pagar lo que fuera por un gran vino. A esta generación debemos el concepto de «gran vino» tal como lo conocemos en la actualidad. Hasta entonces, el vino se bebía dentro del año de las cosecha, cuando se acercagba la nueva vendimia, el precio del vino viejo caía. Y de este modo, empezaron a producirse vinos finos en grandes cantidades.

Con el conocimiento y la ciencia llegó el control, los rendimientos se hicieron mucho más previsibles y elevados, y paralelamente, el consumo del vino se convirtió en un fenómeno que se puso de moda en el mundo entero en el siglo XX, la edad de oro, que marca un período de prosperidad para los aficionados del vino.

En la actualidad, el aficionado al vino puede escoger entre una gama impresionante de vinos.